Aire Casi Irrespirable
Sin hacer casos a dolores, creyendo ser pasajeros, sigo el rumbo de vida: Trabajar, molestar y dormir.
Estamos cerca de año nuevo, no puedo enfermarme, pues los planes hacen bailar mi cabeza, y el olor del cigarro relaja a mis penas. Diríamos que pasó, y los primeros días de enero este dolor sigue, sin importancia sigo en lo mío.
Segundo martes del año, la alarma del celular suena, como siempre 4 y 30 de la madrugada para ir a laburar, automáticamente mi cerebro despierta a mi cuerpo, inconciente aún intento ponerme de pie, sin conseguirlo. Mi cuerpo viene en si, por un fuerte dolor que castiga mi cuerpo como fierro caliente al tirar.
Que ocurre, atemorizado, de a pocos pude dejar la cama, no pudiendo respirar fuerte, al sentir dentro de mi que algo reventaría, con miedos aún, fui dándome fuerzas.
Decido a dejar a tras lo ocurrido, me alisto para trabajar, sin antes decir a la mamá gallina, que me siento remal. Sin sonrisa, sin palabreo espero que llegue la salida de esta oficina que me mata de angustia, y encierra mis ganas de saber que ocurre dentro de mí.
Para el colmo, los movimientos del carro golpean mi espalda como azotes romanos y el tiempo vuelve desiertos las avenidas, pues mamá gallina esperaba a su polluelo, ósea yo, en el doctor, preocupada y asustada ella, decidió que hagamos un chequeo para despistar, algo que me pueda matar y llevar mas rápido que ella al mundo del más allá.
Con la música que llevaba reventando en mis oídos, que hacia olvidar ese dolor, llegue a doctorcito: Rápidamente una placa a la espalda. A estudiarla. Todo pasaba rápida, yo preguntada ¿Qué pasa?
La historia continua, pero esto sirve como reflexión que las cosas malas ocurren, que sin tener cuidado deje que un virus ingrese a mi cuerpo y me cause este dolor. Estoy mejor. Recuperándome.
Mama gallina, gracias por se la reina de mis sueños encantándoos, por correr detrás de mi cuando ves que voy a caer, por proteger cada caminos por donde iré y por ser quien cura mis heridas cuando vuelvo a casa desangrando sin parar.
Tú, sin verte y sin saber siempre estuviste detrás de mí, guiando mis pasos de lejos y a la guardia para volver cuando caiga, cogerme de las manos y evitar que caída en un poso hondo sin fin.
Seguiré volando por nuevos senderos sin conquistar, pero esta vez con calma y cogido de tu mano.